La inteligencia artificial (IA) permite una mayor comprensión de complejos fenómenos biológicos y facilita la creación de nuevas terapias. En el campo de la investigación clínica, la IA ya forma parte de los procesos para detectar biomarcadores, identificar dianas terapéuticas y desarrollar nuevos fármacos. En cuanto a los ensayos clínicos, se está aplicando en procesos como la selección de pacientes, el seguimiento de su evolución, analizar datos y detectar efectos adversos. Sin embargo, la IA plantea desafíos éticos que deben ser abordados, como sesgos y opacidad en la toma decisiones. Los farmacéuticos deben desempeñar un papel crucial en la validación y aplicación de la IA para mejorar la atención y los resultados en salud.